lunes, 12 de mayo de 2014

No quiero ser artista

Aunque en realidad, un poquito si que lo soy, porque soy una incomprendida. De niña, doce años más o menos, mi madre me apuntó a clases de pintura. Una amiga suya daba clase los sábados por las mañanas de iniciación a la pintura. A mi progenitora siempre le han gustado mucho los cuadros. Recuerdo muchas veces ir a ver con ella exposiciones, y a mi padre sacar el taladro cada poco para mover los que ya había en caso y hacer un hueco más. 
Mi primer cuadro al óleo fue un paisaje en la playa. Con un par de gaviotas del tamaño de un perro. Unas figuras "desdibujadas" y una barca un poco rara. A mi madre le encantó: "que marina más bonita". Y encontró hueco en el pasillo. El segundo cuadro era una vista de una habitación, un poco oscuro, pero también contó con el beneplácito moderno. En las clases, pasamos a los collage. Hicimos uno conjunto que la profe se animó a presentar a un concurso y ganamos algo. Era un poco churro, pero se ve que hizo gracia. Lo siguiente que nos enseñaron fueron las litografías. Me fascinaron porque era una manera totalmente distinta de lo que conocía. Llegué a mi casa con una litografía preciosa y muy moderna de un papagayo rojo. Mi madré me preguntó muy ofendida qué era "eso".  Que siguiera haciendo cuadros bonitos. Evidentemente, me faltó tiempo para contárselo a mi profe. A su vez le faltó tiempo para reñir a mi madre, que parece ser que no fue la única que se quejó de la obra de su prole. Total, creo que fui un par de veces más y lo dejé.
Yo no quería hacer cosas bonitas, sino cosas que me gustasen.

Hace poco más de un año, tuve ganas de ir a un taller de muñecos de porcelana fría. Me parecía que se podían hacer cosas preciosas.  A mi chico le parecía una chorrada y que era una caprichosa. Creo que tenía miedo de que llenara la casa de muñequitos. Duró todo un sábado y volví a casa con un muñeco un poco churro, pero contenta.

También hice un taller de tartas de fondant. Mi chico me recordó muy amablemente que no me convenía hacer muchas tartas. Bueno, ya volví a casa con una tarta bastante decente para ser la primera que había hecho. El fondant era muy empalagoso, pero la tarta estaba muy rica. Se acabaron las tartas.

Esta mañana he visto el anuncio de un taller de acuarela para principiantes. Ooooohh! Yo quiero eso, yo quiero ir!!! Tendría que sacar un billete de tren, porque el taller está a dos horas de mi casa. Dura un par de horas. Pero sumando el precio del billete, el precio del curso, material que necesito... Mi chico me recuerda que no me desmadre que estoy un poco pobretona. Que me compre una caja de acuarelas y me ponga a pintar. Pues no, yo quiero aprender. Es el sino de mi vida, no se toma en serio. Total, he cedido no voy al taller. Voy a otro que he encontrado a mi ciudad. Pero yo quiero ir, hacer algo que me guste, aunque sólo sea un dibujo feo. 

Mucha gente va a cursos de cocina y no por ello abre restaurantes. A talleres de literatura creativa, y no publican ningún libro. Pero me gusta emocionarme con cosas que me parecen interesantes. Me gusta más el recorrido que el resultado. Sólo quiero disfrutarlo. 

Continuará en próximos capítulos. 

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