lunes, 29 de febrero de 2016

De supermercados

Tenemos varios supermercados cerca de casa, pero siempre suelo ir a dos. El primero es el Lidl. El paseo hasta llegar es muy chulo. Tengo que cruzar el canal dos veces y aprovecho para quedarme mirando a los patos, los cisnes y una clase de patos que parecen gallinas. No sé aún cómo se llaman pero lo averiguaré. También hay muchas palomas y sobre todo, gaviotas. Las gaviotas son las macarras del barrio. Aquí la gente tira el pan duro al canal, para los patos. Pues las gaviotas aparecen de la nada, en picado, y apabullan de tal manera que es todo para ellas. Montan unos escándalos de cuidado. Así que tendré que pensar en crear una plataforma de defensa del pato, o algo así. Lo que me faltaba ya.
Bueno, pues el Lidl me gusta porque en España teníamos uno al lado de casa y hay muchas cosas que son las mismas y al principio, pues esto ayuda. 

Más hacia el centro urbano, está el supermercado Albert Heijn. Hay uno en todas partes, como los Mercadona. Son un poco más caros, pero tienen mucha variedad de productos. 

En un centro comercial, también tenemos un supermercado Hema. Este tiene un poco de poco, desde alimentación hasta ropa, cosmética, etc. Eso si, siempre que voy huele a salchicha. Tienen una cafetería a la entrada y claro, es inevitable. Supongo que por un lado está bien, porque si vas con hambre, caerá fijo algo de comer. Pero si no, a mi se me hace un poco pesado. 

¿Cual es la primera diferencia que he encontrado respecto a España? No tienen taquillas. Ninguno. Y me ha dejado estupefacta. Si salgo del Lidl con mi compra y quiero entrar a otra tienda que está casi al lado, tengo que dejar mi bolsa junto a la entrada, a un lado sin que moleste. Supongo que es la falta de costumbre de que nadie te va a quitar nada de la bolsa, pero se me hace muy raro y poco práctico. Eso si, una cajera me dijo que no usara mi propia bolsa del supermercado para meter los productos y luego sacar todo antes de la caja. Que coja una cesta. Una vieja costumbre. En España lo hacía así. En vez de cojer una cesta, que me parecía un rollo ir tropezando con las cestas con ruedas de la gente, yo metía todo lo que necesitaba  en mi bolsa de la compra. Al llegar a la caja, sacaba todo y cuando me iban a cobrar, enseñaba la bolsa para que vieran que no me llevo nada "descuidado" dentro.

Y redondean los céntimos. Desde que estoy aquí no tengo ninguna moneda de 1 y 2 céntimos. Sólo de 5. Ni te los piden ni te los dan. Curioso. Menos mal que se siempre se aprenden cosas.




miércoles, 17 de febrero de 2016

Sailor Star Wars

Aquí presento esta preciosidad de pluma:


Es una Sailor Sapporo, una edición especial que en realidad se llama Starburst, pero me sobran los motivos para rebautizarla como Star Wars. En la foto puede que no se aprecie con claridad, pero el cuerpo de la pluma me recuerda a una galaxia muy, muy lejana.

Se la había encargado a Pepe, de Inktraveler y la recogí en el pasado Pen Show de Madrid. Casi no pude hablar con él porque su mesa estaba abarrotada a todas horas. Cosa que me alegro, se lo merece. Es una persona de un trato excelente y muy detallista. Ya he hablado anteriormente de él, soy fan.

La pluma tiene un punto HM, porque tenía que ser así, no había más opción. Pero los puntos japoneses son más finos que los europeos, así que perfecto. Tengo otra Sapporo que es HF, y está claro que es el punto que mejor se adapta a mi tipo de letra: pequeña. He probado puntos más gruesos, porque me los recomiendan diciendo que disfrutaré más de la escritura, pero en mi caso no es así. Estoy de acuerdo en que es un trazo bonito y la tinta se ve mucho más bonita, pero hay que ser realista. Yo escribo con pluma para disfrutarlo, y obviamente tengo que estar cómoda con el grosor de la pluma. Si no, se queda en el cajón y es una pena.



Esta pluma la tenía entintada con Montblanc Lavander Purple. Un violeta muy bonito, oscuro, pero no me terminaba de convencer. Yo creo que a cada pluma le va un color. Es una tontería, porque afortunadamente se puede cambiar mil veces, pero es que yo soy muy de tonterías. La cambié por la que lleva ahora mismo: Pilot Iroshizuku Murasaki. Y esa si, es su color.  Si es que se puede ser feliz con muy poca cosa.

Hoy he recibido un libro para colorear, que ahora están tanto de moda. No de mantras, que me marea. Al principio los veía en tiendas y no le entendía la gracia, ahora ya crecidita a lo largo y a lo ancho. Se lo pedí a mi novio, y me dijo que vale, que cuando hiciera un pedido ya lo añadiría. Pues hoy ha llegado de sorpresa. Lo poquito que he probado, me he dado cuenta de que es más bien para colorear con lápices o rotuladores, pero con mis acuarelas, poquito a poquito también va bien.

Seguiré contando mis progresos.


lunes, 15 de febrero de 2016

Aventuras y desventuras en Países Bajos - capítulo 1




Ya hace tres meses que estamos viviendo en los Países Bajos. A mi novio le ofrecieron un trabajo aquí, y la verdad es que nos costó muy poco tomar la decisión de hacer la maleta. Nos teníamos que traer el coche porque lo íbamos a necesitar, así que eso solucionaba cómo traer a nuestro gato.

Un poco por inconsciencia y falta de previsión, hicimos el viaje del tirón. Nos íbamos turnando cada cuatro horas y entonces aprovechábamos para parar en una gasolinera, cafetín, alguna chuche para entrenernos y el pis reglamentario.

Atravesamos París un viernes a las siete de la mañana. Más tarde de lo previsto debido al atasco que encontramos a la altura de Valencia, algo más de hora y media. El tráfico en París a esas horas era apabullante. Quizás fue el momento más crítico del viaje, porque si nos equivocábamos de salida o dirección y había que hacer un cambio de sentido, íbamos a perder mucho tiempo, viendo las largas colas que había. Pero fue todo bien y seguimos nuestro camino. La última parte fue la más cansada. Si ahora tuviera que repetir el viaje, buscaría un hotel que admitiera animales, para seguir el viaje a la mañana siguiente, pero de todos los errores se aprende. Pasadas las 12 de la mañana ya estábamos en nuestra nueva casa.

Lo primero que hice fue preparar la bandeja de arena para el gato, que venía mareado del viaje. Mareado, y con la vejiga a tope, porque hizo el pis más largo de su vida. Luego hizo el recorrido de toda la casa y nos hizo saber que su sitio favorito era el dormitorio.

Las casas holandesas me recuerdan un poco a las francesas. Por un lado está el baño, con su bañera o ducha, y aparte está el aseo, estrechito y con el espacio justo para el váter. Aunque aquí, a diferencia de Francia, en el aseo hay un lavabo pequeñito, lo justo para lavarse las manos. Y manos que no sean muy grandes. Mi novio termina lavándose las manos en el otro baño, que el lavabo ya es de tamaño estándar.

La casa es muy bonita. Es un piso de planta baja con jardín, que da justo al canal. El salón tiene un gran ventanal que da al jardín, y desde ahí nuestro gato observa a toda la fauna: mirlos, petirrojos, palomas, patos, cisnes. Pero le tiene ganas a las palomas torcaces, las mira con ganas

Las primeras noches fueron un poco difíciles porque el gato se ponía a maullar a las tantas de la mañana. Pensábamos que extrañaba la casa, incluso que tenía miedo. Y tampoco era plan de que los vecinos se quejaran de nosotros nada más llegar. Me levanto de madrugar para intentar consolar al gato, que estaba mirando por la ventana. Me siento a su lado, mirando también al jardín. Y entonces lo comprendí. Allí había otro gato. Uno persa, grandote. Y el nuestro, defendiendo su nuevo hogar. Se ve que el felino autóctono estaba acostumbrado a andar por el jardín a sus anchas. Ahora sólo aparece en ocasiones puntuales.

Continuará la aventura, que hay mucho que contar.